Me confieso un enamorado de una rama de la ingeniería llamada biomimesis (o biomimética), que trata de buscar soluciones inspirándose en las alncazadas por la naturaleza en el reino animal o vegetal. Gracias a esta especialidad, vemos trenes bala cuyo morro se ha inspirado en el pico del Martín pescador o cinta adhesiva reutilizable hecha a imagen y semejanza de las adherentes patas de un gecko.
Por otro lado, creo que ha llegado el momento de apostar por el vehículo eléctrico, el cual a ser posible debería consumir electricidad generada a través de fuentes renovables. En España, mientras seguimos a la espera de que se forme un gobierno, el señor Sánchez y quienes le apoyaron para derrocar a Mariano Rajoy en la histórica moción de censura de 2018 posibilitaron – real decreto mediante – que en nuestro país se acabase con la vergonzosa ley conocida como “impuesto al sol” que penaba el autoconsumo de un recurso que en la península ibérica recibimos a raudales: la luz solar y su ilimitada energía.
¿Qué pasa si unimos el primer concepto del que os he hablado, la biomimética, con el inacabable caudal solar que recibe la Tierra cada día? Pues que inspirados en el girasol, que lleva eones persiguiendo al astro solar en su diario recorrido por el cielo, podemos encontrarnos conceptos tan maravillosos como la unidad ESVA, desarollada por la empresa Procinsa para la Fundación Asturiana de la Energía (véase imagen superior).
Este cargador para vehículos eléctricos portátil, no necesita más que el sol para suministrar energía a vehículos eléctricos en cualquier punto, sin depender de la conexión a la red. Por lo poca información que he encontrado (he escrito a sus desarrolladores pero no me han contestado) esta “flor robótica” compuesta por pétalos fotovoltaicos desplegables, incluye un dispositivo fotótropo que le permite orientarse automáticamente hacia el sol a medida que este varía su posición horaria en el cielo.
Como comentaba, la unidad es móvil y plegable, y supongo que no se ha creado con fines comerciales sino como prueba de concepto, para su exhibición en público en eventos dedicados a la automoción o a la generación energética mediante fuentes renovables.
El caso es que la idea me parecía genial, y me sorprendía gratamente que nosotros los asturianos, que no disfrutamos del mismo horas de sol que nuestros compatriotas, fuésemos los primeros en pensar en algo así. Por desgracia mi sorpresa duró poco, la empresa austriaca Smartflower (adquirida en 2018 por Energy Management Inc. con sede en Boston, Massachussetts) posee un catálogo completo de flores solares muy similares al dispositivo ESVA antes mencionado.
Por lo que puedo leer en Energynews, Smartflower tiene sus productos a la venta desde al menos el año 2015. La empresa produce flores de diferentes potencias y colores para desplegar donde más te convenga.
El dispositivo es fotótropo y posee un sistema de limpieza automática, para evitar las pérdidas de generación que provoca el polvo sobre los paneles solares. Con un tamaño de 2,65 metros de altura y un peso de 750 kilos, la producción estimada – dependiendo de la cantidad de luz solar que reciba – oscila entre los 3.400 y los 6.000 kWh/año. ¿El precio? Algo menos de 12.000 EUR, ideal para montarla sobre un remolque y llevar tu “electrolinera” particular a todas partes.